Un niño y su amanecer… Scarlett Lugo, M. A.

 

Un niño  y su amanecer…
Scarlett Lugo, M. A.

 

El paso del tiempo dice mucho. Costumbres van, vienen, la vanidad se mantiene, ciclos se repiten sin sombra alguna de variación; pocas veces, no. Una está llamando la atención. ¿Cómo se sentirá aquel menor que teniendo padres vivos, crece entendiéndolos muerto… Aquel que tiene que esperar que pasen varios días para que con él se quiera estar… Aquel que debe conformarse con una llamada corta, y muchos otros sin que esa llamada exista… O el que ni siquiera contigo puede disfrutar de un día comercial?

 La mentira se viste de seda, y hasta logra parecerse al vino que rojea.  El procrear sin plan de vida, es una pancarta elevada, determinar de ese error, es la respuesta más rápida;  y como resultado final, un menor que crece sin mucho, cuando uno de los dos decide avanzar. Hay roles que no se suplantan. A veces con arrogancia se habla  de lo que se exhibe, de lo que pocas veces se da, y hasta se logra estrujar con marcada exigencia, el “yo estoy presente” … ¿pero realmente estás? La conciencia sabe gritar, y martilla a quien cada vez que vuelve, muere. Hay quienes pueden atestiguar.  

 ¿Qué necesita un menor? No sólo dinero vacio, no solo intermitencia apagada. El niño como carta de colores tiene muchos que no se ven porque la paleta es más grande; subyacen en la formación de aquel cuya mente no entiende tu forma de proceder. Sí, hay más de lo imaginable.

 Un amor fulgurante que nunca se apague. Un simple abrazo tal vez, pero repetido muchas veces. Un te quiero más en gestos, hechos contundentes que palabras, no una culpa proyectada. Una palmada en el hombro cuando la frustración es ingente. Una presencia latente, un cada día a tu lado con un nuevo amanecer. Un querer ver brillar a quien se convierte en motor que mantiene viva la vida para llenarla de amor. Un óyeme con tus ojos, quiero que me prestes atención. Un catalogo de valores que no solo se mencionen, sino que se exhiban desde ti, que eres a quien he de seguir desde tu propio sistema, y si es que no se tuviera, entonces, crearlo entre todos. Una presencia plena para que veas como crezco y como me transformo en el tiempo, y no solo por un mínimo momento. Una promesa cumplida cuantas veces sea manifiesta, y que valga la pena la espera;  y si no, entonces pedir perdón aunque sea con más miedo que vergüenza;  ven, empecemos de nuevo. Un escuchar mis torpezas y mis vagas ideas, para que sepas a tiempo decir: “Es mejor que lo digas asi”. Una cobertura sin sobreprotección, una valoración oportuna, un “hoy lo hiciste bien, mañana lo harás mejor”. Una corrección firme desde el amor y no desde el enojo y desde tu dolor. Fijación de límites que amen, y forjen almas vivientes de valor, y que no dejen de lado la dignidad que conmigo viene conmigo, y no una copia perfecta de lo que es catalogado incorrecto. Una sonrisa conmigo y por mí, de cualquier inocente tontería, y una espera satisfecha. Una cobertura de lo tangible y más de lo que no se ve, que son las que más laceran al alma. Un no gritar, porque entonces grito, un no humillar porque humillo, un no mentir, porque miento, un no traicionar, porque entonces en eso me convierto. Es que hago más rápido lo que veo de ti, como mi figura de primaria importancia que lo que me puedas decir. Eso necesito de ti.

 Ser padres es tarea que da miedo, se debe cuidar los metamensajes enviados. La repetición de patrones nos convierte en esclavos y solemos reclamar por no recibir lo creemos hemos dado, olvidándonos de las cosas que no decimos y si hacemos, para que luego se nos cobre la factura de lo que hemos comprado en el tiempo. Todavía estamos a tiempo de cumplir el mandamiento de Dios.

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