En el
filo de lo apetecible…
Scarlett
Lugo, M. A.
…y el tiempo pasó y me he ido consumiendo. Mi
ciclo vital dice que ya mis días iguales no son, demandando mejores estímulos,
y así se despertó quien quise que siempre durmiera. A mi edad, con historias
múltiples, hijos, familia, dependientes, quienes son mi responsabilidad, y
posiblemente sin ellos, por haber tomado la decisión de no compromisos tan
altos, la rutina me invita a no revisar senderos -demasiada energía a
invertir-. Hasta que un día, la carga de cada minuto, los trastornos que se
juntan en un gran cúmulo de ellos, los compromisos asumidos de la índole que he
entendido, y que se logran con el tiempo, un día a día no siempre muy fructífero,
y de serlo, no siempre a mi favor, el todo de los tiempos, me exigían aún más.
¡Oh, cuánto pesa cambiar de prioridad! Que sencillo es elegir superponer lo que
urge sobre lo que importa, presentarme primero ante quienes no son que mis preferidos
carceleros.
He perdido muchas cosas; a Dios, el interés, hoy todo
lo llevo a la borda. El querer continuar con la vida muy a pesar de lo que antes
elegí, dando paso a nuevos hábitos y deseos, con la falsa propuesta de volver. -Nunca
se vuelve al ayer, la remembranza es lo que queda-. Y me dije: todo lo que
tengo ya no lo quiero, solo fue un desliz de mi sendero. Hay que empezar de
nuevo, debo darme la oportunidad de apagar mis muchos fuegos, entre ellos la
soledad. En principio, nada mal. Con el tiempo y entre tantos, la señora infidelidad,
el personaje fatal que corroe la moral, ¡y ojalá anduviera sola! Y me convierte
en uno de ellos, trastorna no solo a mis principios y valores, sino también todo
mi entorno. Para después acusarme. No solo a lo que ayer dije: “amor de mi vida,
eres” sino, y, además, a quienes me logran ver… Fue a mí, a quien le fallé
primero. Entonces que salga el elenco: dolor, desastre y tormento. Impedimento de
recuperar lo que sí es mi verdad, lo que importa y mañana me recogerá, lo que
realmente vale.
¿Dónde dejo tanto peso? ¿Acaso podré con ello? ¡Ah!
No voy a pensar en eso, haré un desfogue de energías, dándole rienda suelta al
deseo. Tan fugaz que no me deja mirar lo que consigo acarrea, empero, así como
el vino rojea, solo quiero pedir más. Doña libido se expresa, diciendo un fácil
te quiero con vestido de rutina, y sin importar los contratiempos, poseyéndome
como dueño no importando si yo hiero. Once minutos cuanto más, un tsunami que
mucho rompe. Es que mi ego me exige el
logro de lo placentero, y llena el vacío del que he estado huyendo.
Acaso ¿Puedo parar?
En la vida todo es circular; el punto de
partida mañana lo repasarás… Trata de no llorar.
Hola, muchas gracias por tu tiempo; tu comentario me importa, si dejaras tu nombre, mucho más. Dios te bendiga
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