Monólogo de una rosa Scarlett Lugo, M. A.

 

Monólogo de una rosa
Scarlett Lugo, M. A.

    

     Una vez que he dejado de ser semilla, entonces mi esplendor logro irradiarlo a todo el que me sepa apreciar. Entiendo que, no todos los transeúntes que se acercan donde estoy, se detienen a mirar la belleza que en mí hay. Lo entiendo, y sé que, no soy del agrado de los tantos. También se, que hay transeúntes que no se acercan, y de lejos, quizás pudieran ver. Es su decisión intentarlo.

     He podido visualizar muchos grupos. He podido servirle a otros. Sin embargo, no importando el uso momentáneo que me den, si importa mucho el poder que ostento. La multiplicidad de colores que poseo es justo mi sello distintivo. Y ahora mismo, quien elija de mi uno, lo hará con una intención, muy diferente a la del otro. Felicito su elección.

     Si me dejaran elegir a mí, a dónde quiero llevar mi belleza, le aseguro que hay actividades en las cuales no estaría. Los muertos no aprecian, y los vivos, sólo algunos saben de sutilezas. Me encanta vivir el momento en que por mi sola presencia, se despiertan emociones encontradas, y hasta rara vez identificadas por quien siente, sonrojos inesperados, un brillo descomunal en sus ojos, posiblemente, una parálisis circunstancial que podría no explicar y sentimientos que antes no han estado. Pensamientos diversos y hasta anclajes furtivos y duraderos. Es hermoso saber, que con muy pocas excepciones, hay quienes, salen de lo común y me trasladan con agrado… Irónicamente, hay quienes lo hacen en el caso contrario. Me basta con saborear el hecho de que me pueden conservar tanto física como mental, y esta última es la que prefiero, porque nunca han de olvidar el cómo se siente el que yo esté, el qué se sintió aunque fuera solo una vez. Quienes me han recibido, ya sea por casualidad, por ocasión, por motivo o sin él, son los únicos capaces de poder expresar lo que en ese entonces sintieron, y lo que hoy aún sienten a través de mi amigo el recuerdo; y aún a sabiendas de que tengo poco tiempo, no dejaré de fulgurar lo que soy, por cuanto, mi esencia no es de nadie más que no sea yo, y es en mí en quien inicia mi valor, todo eso, solo por la gracia de mi creador.

 

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