Hasta
que la muerte nos separe…Scarlett
Lugo, M. A.
Culturalmente en la unión matrimonial los
contrayentes suelen mencionar la frase “Hasta que la muerte nos separe”. Es una
sentencia a la que se someten de una manera simultánea, aparentemente consensuada,
meditada y con la certeza de que así será en el discurrir de sus días. En el
hoy, es una frase que no solo se dice en la repetición de unos votos
matrimoniales que fueron elegidos en el internet y concebidos por otras
personas, sino que también, salen desde las más íntimas convicciones de quien
la está emitiendo. Se repite no solo frente al pastor, cura, u oficial civil,
también se susurra en el oído de aquella o aquel, que por alguna razón no ha
llegado a las instancias antes mencionadas. Se dice a puertas cerradas, donde
solo hay un testigo: Dios.
La asunción de ese compromiso que se hace
eterno en la tierra y en el cielo, es una responsabilidad a la que muchos le
han huido, y en la comisión de esta última acción entonces, se evidencia que se
ha echado por tierra el camino ya trazado, o tal vez uno por construir. Hasta que la muerte nos separe… Tiene un
contenido de alto espectro. Queda flotando en la trascendencia de la vida.
Si extrapolamos la susodicha del concepto
original, y la ubicamos en el contexto de los roles a los que nosotros estamos
conminados por razones de destino (según muchos), por razones de elección
(según otros), llámese la dimensión parental: la relación madre-hijo, hija;
padre- hijo, hija, entonces dejaríamos de sentir la misma fuerza.
Mientras en el plano anterior se puede tirar
por la borda una frase tan comprometedora, por todas las razones y justificaciones
que se entienda, válidas o no; en este plano es totalmente diferente. Aún
faltando alguno del binomio antes mencionado, después de la muerte, quien fue
padre o madre no dejará de serlo, ni quien fuera hijo-hija dejará de serlo.
Contrariamente, ese momento, nefasto por
demás, solo rompe con el esquema al que por asuntos de creación hemos sido
sometidos.
Cuando alguno muere, entonces, la intangibilidad
se hace imponente, memorar a ese ser que físicamente no está, es mucho más
latente (quizás) que mientras ese estuvo presente. Se rememora el legado, se
extraen de la memoria a largo plazo todos los actos positivos, negativos,
fallidos y los no fallidos de aquel que ya se fue, y se le vuelve a amar. Se le
cuestiona, se le acusa, se le perdona por demás. Se le reclama su ausencia y se
siente su presencia. Se limita la realidad real. En esos momentos, que sin número
son, entonces, se vuelve a vivir como si no ha habido muerte, y se reniega que
ese ser ya duerme. Circunstancialmente, habrá historias que no concuerden con
lo aquí planteado, sin embargo, aun siendo así, ese vinculo perfecto que por
malas decisiones de alguno no es así asumido, se mantiene en el tiempo. Juzgue usted
por lo vivido.
Hasta
que la muerte nos separe, desde este plano descrito, es solo un mero dicho. Seis
palabras que se juntan con carencia de contenido.
Este tema tiene mucha tela que cortar, es un tema profundo que quizás muchas personas no entienden, buen documental¡!
ResponderBorrar¡Excelente!
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