No quiero…

No quiero…
Scarlett Lugo, M.A.

Contamos con la capacidad de poder decir “No quiero”. Es una de las herramientas menos usada por nuestro intelecto en determinados momentos. Piensa. Nos formaron para no usarla…en determinados momentos. El no usarlo nos somete, muchas veces, a caer en grandes acantilados de los que no se regresa.

Decir “No quiero”, es solo el uso de la libertad… en determinados momentos. Es que no pienses por mí, es que no me dispongas por mí. Es que no me seduzcas a hacer aquello que aún a mi conveniencia, tenga que acceder. “No quiero”.

No quiero salir a la luna, quiero vivir mi hoy. No quiero ser vista como rara, aunque esa no es mi decisión  solo quiero que sepas que yo sé decir no quiero. Y quizás me encierro en mí adentro, pero sé decir “no quiero”.

No quiero la luna, no quiero los mundos platónicos, no quiero idilios efímeros, no quiero martes vacíos. No, no quiero aguacate. No quiero desconocer. Me niego a saber que alguien me diga que no se puede decir no quiero. No quiero es lo que quiero decir, no quiero es lo que expreso. No quiero hacer lo que me manden sólo “porque así tiene que ser”, o “por que yo soy quien quiero”, sin razones sostenibles. No, no quiero. No quiero hacer lo que otros creen, solo por creencias de otros, a veces, ni siquiera de ellos. Yo tengo mi propio criterio, puedo usar mi cerebro; yo se cómo hacer. Yo sé, que lo que digo tiene repercusión en todas las esferas donde me muevo por eso es que sé decir no quiero. He aprendido a decirlo, y cuantas veces lo hago, ¡Oh, cuán libre me siento!

Llega un momento en que arrepentirme puedo, más, tampoco quiero hacerlo… pero, arrepentirme de qué? De nada. Es sólo que no quiero. Es una expresión fascinante que me hace alucinar con más destellos de libertad. Me puede costar la vida mi expresión favorita, aun así, la quiero expresar. Y es que por no saber decirla, en problemas mayores caemos. Y comenzamos a criticar y juzgar como una mala decisión el no haber dicho no quiero, no puedo. Somos blanco de nuestro propio juicio. Donde el juez eres tu, el fiscal eres tu y el abogado eres tu, y la sentencia, fatal. No, “no quiero”, es mi derecho. Es mi deseo.


No quiero y no puedo son dos hermanos opuestos, un Caín y Abel. Una guerra de nunca acabar. Sin embargo, entre el querer y el poder siempre mediará la voluntad y un muy grande espectro de ambivalencias humanas. Ahora mismo, “no quiero”. Y es que no quiero hacer nada que me invada. No quiero elegir. Sé hacerlo. No quiero correr, sé hacerlo. No quiero llorar, sé hacerlo. No tengo motivos para eso y hasta carezco de tiempo. No quiero. También sé que no sólo de dolor se llora. No sólo de tristeza se llora, también hay risas con llanto. También hay llantos de alegría. Es sólo que no quiero llorar. Reír. Es mi mejor opción. Reír de la vida, de lo ya visto, de lo que me falta por ver. Reír de mi entorno. Reír de lo logrado, de lo que me falta por lograr. De lo que todavía es un sueño, del que no quiero despertar. Reír de lo que puedo arrebatar, de lo que he de arrebatar y de lo que ya tengo en mi almático mundo, para poderlo traducir a mi realidad.

Comentarios

  1. Aveces me ha tocado tener que decir "No quiero ", y a la verdad no me arrepiento.

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