Imperios caen
Imperios caen
B. SCARLETT LUGO S. M. A.
Como una gran estructura, tanto de forma como de
fondo, dirigido por un emperador, que debe reunir las mismas características de
lo que se proyecta y digno de poseer ese título, se crean los imperios.
Fuerza, poder, el más alto de los lugar
existentes, quizás no en físico, como una montaña si no en esencia. Una
fortaleza, lograda a cualquier precio pero con una vestimenta de valiosa
hermosura e imagen de piedad y bonanza. Con escasas excepciones.
Brindando una imagen atrayente, imponente, elaborada con
esos fines, con la cual muchos se identifican, hasta gloriosos si cabe la
palabra, se mofan de ser majestuosos. Logran mantenerse de píe. Logran
subsistir con el paso del tiempo aún en su envejecimiento. El mismo le dota de conservar
en sus adentros episodios múltiples de historia. Muchas con finales felices y
otras no de iguales contenidos. Lo único común, es que todos caen. Todos llegan
a su destino. Todos aun encerrando los más fascinantes misterios, glorias,
victorias, derrotas, sistemas ejemplares, o diseños fatales, todos llegan al
lugar que ellos mismos emprendieron. Es el hombre que los lleva a sus mejores
glorias así como a sus peores derrotas.
En la historia se encuentran los mejores soportes
de lo antes establecido. El imperio romano, dejando sus vestigios de
grandiosidad, el Otomano y el Británico (este menos cerca del concepto real de imperio), el más allegado a nuestros días, son sólo algunos de los que muchos han valorado como los que
su legado todavía permean la humanidad en todo el sentido de la palabra. Su
cultura, arquitectura, su estructura política, trascienden. Son paradigmas que
muchos siguen al pie de la letra, otros escogen lo que mejor les plazca y
otros, desconocen tan siquiera uno de sus muchos aportes, conociendo quizás, solo
el lado oscuro que cada uno contiene, como todo lo que hace historia. Hasta eso
se duda.
Hay una clase de imperios que se elevan sin moldes
físicos. Estos, muchas veces silenciosos en su gestación y desarrollo. Construidos
por la tenacidad del emperador que lo elabora
por cuanto es su proyecto de vida. Sus bases y soportes son la arrogancia, el
desdén, la apatía, la vanagloria, el deseo de ese señor que a todos les llena
los ojos: poder, el que muchos desean tener; los deseos de llegar donde muchos
están, tanto para hacerle saber al tercero que el también llegó, como para
manipular a los muchos otros que a sus pies puedan llegar. Manipular desde allí
a cualquiera que le pueda regalar la satisfacción de disfrutar con detenimiento
de las acciones y reacciones de sus manipulados. Saborear la manera en como se
convierte en un dios de su pequeño espacio, y con una intención, de recibir las
alabanzas de quienes agradecidos de él se sienten. Reír para sus adentros de
los muchos que le buscan, y mostrar esa imagen piadosa para no revelar que
“pronto te cobrare el favor”. Y es que cuantas cosas surgen de este cuya vida
es sin Dios.
Esos, como los antes mencionados, también han de
caer. Caen, se deshacen, se pulverizan. ¿Por qué? Porque todas las
características que sean contrarias a lo correcto, a lo justo, a lo de buen
nombre, a lo digno de alabanza, está erigido sobre tierra movediza, y en su
momento, aunque ni tú ni yo logremos verlo, llegarán al destino que ellos
mismos emprendieron. Depende de que tipo de emperador sea el que esta
construyendo. También depende de si como Nabucodonosor logras alzar la mirada y
reconocer a tu hacedor. El único soberano Dios.
Excelente este artículo.
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