De los que migran…
SCARLETT LUGO, M. A.
En la historia de
los pueblos, muchas veces leemos que muchos de sus pobladores han tenido que
emigrar hacia otras localidades. Unas cercanas y otras no muy cercanas.
A fines de
expansión, Dios, determinó que esa fuera una de las formas de que el pueblo
creciera, y moviendo uno, entonces, al aparearse, se logran miles. La población
mundial crece. Es de saberse que, hay situaciones inherentes de la persona que
se vulneran en el momento en que se debe mover, de lo que quizás se ha
convertido en su zona de confort.
Sin embargo, no
es lo mismo salir porque necesitas crecer, a salir por que no perteneces a un
lugar y debes abandonarlo. El libro sagrado esta lleno de momentos en que esta
situación se evidencia. Uno de los casos más palpables, lo es la salida del
pueblo de Israel desde Egipto hacia su tierra prometida, Canaán. Ellos llegan a
Egipto por intercambio comercial. Por logro de ganancias. El caso de José, es
vital en este momento de la historia.
A la hora de
mencionar la palabra salida y retorno a su tierra, sus bases, su herencia, se
generan entre los ciudadanos una ingente desazón… Un nuevo comienzo, y un dejar
atrás… Y comienza la negación, como primer mecanismo de defensa, propia de los
seres humanos. Le sigue la duda, sobre cómo será mañana, y luego; dependiendo
de múltiples variables, la posibilidad de lograr un ajuste en torno a la
decisión a tomar.
Muchos son los
países que atraviesan dicha situación, y muchas son las aparentes soluciones
que les son dadas a situaciones similares. En ese espacio, se comienza a
considerar el ¿por qué la gente emigra hacia otro lugar? ¿Qué es lo que
persigue? Y la pregunta mas importante, y la que menos se piensa ¿Estaré
dispuesto, a volver a mi lugar de origen, cumpliré las reglas de un país que
no me pertenece y arrancaré las raíces que allí siembre? La actitud volitiva del
hombre se impone. Sentimientos de pertenencia comienzan a enarbolarse y dicen
yo soy de aquí, yo pago impuestos, yo le genero ganancias al estado, yo no
puedo dejar mis bienes, ya hice una vida, entre otras situaciones, le regalan al hombre el apropiarse de lo que cree es suyo, y que en bases muy profundas reconoce no lo es. A lo muy
interno, todos sabemos que no son de ese lugar, y que aferrarse a lo No suyo,
es pelear en una guerra cuyo resultado es conocido. Todo emigrante voluntario o
forzoso debe meditar en esto. Reconocer su condición como tal, y acatar lo que
debe, puesto que lo sabe desde antes de emprender su camino y decisión.
El panorama es
molestoso. Trastoca los más íntimos sentimientos de todo el entorno, y
trasciende los límites fronterizos. Hoy, es mas rápido determinar las posibles
situaciones que se suscitan en todos los continentes gracias al gran avance
tecnológico. Estados Unidos y México, Haití y República Dominicana, ejemplo vivo. Y es evidente como se tratan los pueblos. Como
unos defienden sus posturas y otros, se aferran a no dejar lo construido… Este
es el dilema de nunca acabar…El derecho de propiedad...
No siente bases profundas
en lugares que está consciente, no le pertenecen y de los que sabe que algún día
tendrá que abandonar. Así, se evita los problemas en el sistema emocional,
social, cultural, y más, se evita juzgar a Dios y/o al diablo.
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